Navegando por el blog de Emilio Caltayud, Juez de Menores de Granad, muy conocido por sus sentencias ejemplares, he encontrado la siguiente noticia digna de ver y de meditar:
Las estadísticas
siguen apuntalando una teoría de la que ya hemos hablado aquí en varias
ocasiones: el rostro del delito infantil y juvenil ha experimentado un
cambio muy llamativo en los últimos tiempos. Cada vez son más los niños
de familias bien, como se decía antes: ahora les llaman ‘hijos de la
abundancia’, que acaban delante de un fiscal o un juez de Menores por
haber infringido las leyes. Aquí os dejamos un fragmento de una noticia
que corrobora la existencia de esa tendencia. “En torno al 30% de los
menores que en la actualidad están ingresados en centros específicos de
la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de
Andalucía por sufrir de trastornos de conducta son ‘niños de la
abundancia’ y no de familias desestructuradas o de niveles
socioeconómicos y culturales bajos.
Lo ha confirmado en
una entrevista con Europa Press la directora general de Infancia y
Familias, Teresa Vega, quien ha explicado que de las 220 plazas que
Andalucía dispone para tratar a menores con trastornos de conducta, una
de cada tres aproximadamente está ocupada por menores que proceden de un
ambiente familiar “formado y con una situación económica óptima o alta”
pero a los que se les ha “permitido todo”.
“El problema actual
es la permisividad. Hasta ahora, en el sistema de protección, hemos
tenido a los niños de la pobreza o a los niños cuyos padres no podían
atender sus necesidades básicas por falta de recursos económicos o por
falta de habilidades personales; pero ahora tenemos el resultado de los
niños de la abundancia, que han tenido de todo y a los que se les ha
hecho ser niños caprichosos, que lo quieren todo inmediatamente, que no
tienen resistencia al fracaso ni capacidad de esfuerzo ni de
compromiso”, explica la directora general”.
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